Una vorágine de acontecimientos se cierne sobre Haití, teniendo como foco central la inestabilidad política e institucional, que se han reflejado negativamente en la dinámica cotidiana del empobrecido país. La problemática haitiana tiene repercusiones regionales y para la República Dominicana ya es una amenaza a su seguridad nacional.
El estancamiento del diálogo entre el Gobierno y los sectores más representativos de Haití, en pos de un consenso para la celebración de las elecciones generales; el aumento en los precios de los combustibles y de los productos de consumo masivo, medidas impopulares que están provocando nuevas protestas de corte violento; y el accionar de las bandas armadas ante una población vulnerable, se conjugan en un ambiente tenso e incierto.
En ese orden de ideas, en el presente análisis abordamos las distintas aristas que se desprenden del escenario previamente reseñado, entre otros tópicos que han adquirido relevancia mediática.
Escenario político
La incertidumbre prevalece en el devenir político de Haití, sin que a la fecha haya una agenda electoral para escoger sus nuevas autoridades. En medio de este panorama de indefinición se destaca el débil liderazgo del primer ministro interino, Ariel Henry, quien se mantiene con un bajo perfil y ha visto truncados sus aprestos de diálogo y concertación con los principales sectores nacionales, de cara a la definición de los temas más puntuales, dentro de los que se cita el aspecto político electoral.
Para algunos analistas, las fuerzas vivas de la nación requieren dialogar y consensuar la conformación de una comisión de transición que asuma las riendas del país, para dar paso a la organización de las elecciones. Esto implicaría la salida del premier Henry, porque el liderazgo político de Haití (en mayor medida opositor), de seguro podría esta condición.
Por el momento no se avista bajo que mecanismo o estrategia se llevaría a una mesa de negociación a la clase política haitiana, que se perfila fraccionada, algo que es común en ese país, pero que ante el escenario de crisis dificulta una salida viable y sin contratiempos mayores.
Para que se produzca un diálogo en busca de un consenso, el Gobierno de turno en Haití debe convocar a la oposición política, la sociedad civil (de la que forman parte los intelectuales más encumbrados), las iglesias (incluyendo al sector vudú, el cual es muy importante) y los empresarios, por citar algunos de los sectores organizados más representativos.
La Comisión para una Solución Haitiana a la Crisis, ha intentado articularse sin éxito. Este mecanismo se conformó previo al magnicidio de Jovenel Moïse, pues abordaba las discrepancias constitucionales en torno al fin de su mandato el 7 de febrero de 2021 o la continuidad del mismo hasta el 7 de febrero de 2022.
Analistas consideran que, en el escenario político podrían tomar relevancia en un futuro no muy lejano, las siguientes personalidades: Jocelerme Privert, perteneciente al partido Inite (Inicio), expresidente del Senado y expresidente interino (febrero de 2016 a febrero de 2017), con mucha experiencia política y gubernamental, además de que no tiene limitantes para presentarse a unas elecciones. Es un hombre conservador y prudente en su accionar; Moïse Jean-Charles, máxima figura del socialista partido Platfòm Pitit Dessaline (Plataforma de los Hijos de Dessalines), quien fue alcalde y senador, así como candidato presidencial en el 2015, quedando en un tercer lugar; y Eric Jean Baptiste, por el partido Rassemblement des Démocrates Nationaux Progressistes o Encuentro de los Demócratas Nacionales Progresistas (RDNP), quien es un empresario acaudalado del área de la construcción, que también fue aspirante presidencial en el 2015.
Los antecedentes de Claude Joseph y el trasfondo de su discurso político
La postura frontal contra la República Dominicana exhibida por el excanciller Claude Joseph tiene un marcado interés político, por lo que hacedores de opinión pública vaticinan que el exfuncionario se postulará a la Presidencia de Haití. Aunque es extemporáneo proyectar el futuro político de una nación donde todo es incierto, no está demás decir que, en tales propósitos el excanciller se encontrará, posiblemente, con el rechazo del Core Group, el cual incide en las decisiones políticas que se toman en el vecino país, entre otras limitantes que serán citadas más adelante.
Valga decir que, se denomina Core Group a los organismos y países que tienen una importante presencia e incidencia en Haití, y lo integran, entre otros, las organizaciones de las Naciones Unidas (ONU) y de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE), así como de manera particular, Estados Unidos, Francia y Canadá, los cuales se oposieron a que Claude permaneciera como primer ministro interino, cargo que había ocupado previo al magnicidio de Jovenel Moïse y del que buscaba su ratificación. Los primeros, por el contrario, procedieron a endosarle su apoyo al actual premier, Ariel Henry.
La decisión del Core Group estuvo bien fundamentada, pues se recuerda que las investigaciones inicialmente encaminadas por las autoridades haitianas y el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), señalaron a Claude como el autor intelectual del asesinato de Moïse, llamando la atención que luego del suceso estuvo “diligenciando” su ratificación como Primer Ministro, con lo cual mantendría el control del Gobierno.
Como era presivisible, Claude no era la persona indicada para llevar las riendas de un país que necesitaba volver a la calma relativa que le caracteriza y que se había visto alterada por el funesto evento, que además había creado confusión y desconfianza, a raíz de todos los actores mencionados dentro de la trama magnicida, que hasta ahora no ha sido esclarecida del todo.
Como ministro de Relaciones Exteriores y Cultos (canciller), Claude Joseph se perfiló bastante beligerante en lo relativo a la República Dominicana, dejando claro su resentimiento y rechazo a todo lo referente a nuestro país, creando de paso algunas fricciones en las relaciones bilaterales, tan necesarias para dos países vecinos.
El discurso eminentemente político y cargado de nacionalismo, es el reflejo del encono de Joseph por su destitución y como no, del resentimiento que existe en un segmento de la población haitiana, a raíz de los acontecimientos históricos y como estos han sido tergiversados por historiadores poco objetivos en algunos casos, y en otros, parcializados.
Joseph apela al sentimiento antidominicano para canalizar sus frustraciones personales, un recurso del que han hecho uso líderes politicos haitianos en momentos de dificultades y cuando no hay nada nuevo que ofertarle a la población, cuando esta da visos de desesperanza y tribulación, que por lo regular se refleja en las calles, mediante protestas violentas.
Lo anterior se justifica en el discurso sobre el maltrato hacia sus connacionales (xenofobia) y las medidas económicas contra la exportación de productos dominicanos que en su momento fueron dictaminadas por los expresidentes Jean Bertrand Aristide, máximo líder del partido Fanmi Lavalas (Familia Lavalas); así como Michel Martelly y Jovenel Moïse, ambos del Parti Haïtien Tèt Kale o Partido Haitiano Cabeza Calva (PHTK), tan solo por citar tres casos de la historia reciente.
En ese orden, Claude no es un político en esencia, sino un técnico en el área de la diplomacia, con preparación academica y experiencia. En la Administración de Jovenel Moïse fue cuando logró un gran ascenso en la carrera diplomática, al convertirse en Canciller, desde donde también se dio a conocer.
Aunque Joseph estuviera intentando cultivar un perfil y liderazgo político, lo cierto es que el mismo está inhabilitado para postularse a la Presidencia de Haití en el futuro inmediato, pues tienen que pasar aproximadamente cuatro años para que la Cámara de Cuentas “lo descargue”, a propósito de las funciones desempeñadas, que le permitieron manejar cuantiosos recursos; disposición que posteriormente iría al Senado, para su ratificación. Desde el punto de vista de sus intereses, tiene dos limitantes: que el tiempo requerido no ha pasado y que no hay Senado en el vecino país.
Cabe citar además, que si bien las declaraciones del excanciller Claude han sido ampliamente difundidas en la República Dominicana, en Haití han tenido una tímida repercusión mediática, puesto que las informaciones y opiniones se centran en el borrascoso panorama socieconómico y la inseguridad ciudadana, la cual se ha visto mucho más agravada por la presencia de las bandas criminales que se han repartido el territorio haitiano como si de un pastel se tratase, neutralizando la capacidad de reacción de los organismos de seguridad, que se por sí es bastante limitada.
En las calles de Puerto Príncipe prevalece el desorden generado por los saqueos y los disturbios de las protestas de los últimos días, situación que podría recrudecerse hasta salirse del total control de las autoridades de seguridad, a propósito de las últimas medidas económicas adoptadas por el Gobierno, como el incremento de los precios (el doble) de los combustibles, mismas que son impupulares y que tendrán un efecto dominó en los costos operacionales de los bienes y servicios, así como en los precios al consumidor.
Y es que la población haitiana, en extrema pobreza en su gran mayoría, verá reducida su capacidad de compra y con ello, el de su calidad de vida.
A todas luces, están coincidiendo varias problemáticas a la vez, que serán de difícil manejo para las autoridades gubernamentales: el aumento en los precios de los combustibles y de los alimentos, así como la escasez de los mismos; el rechazo que la medida genera en torno al Gobierno y la propia figura del premier Henry; y la poca capacidad de respuesta de parte de una Policía Nacional de Haití (PNH) para contener la horda de manifestantes en el marco de las protestas sociales que se perfilan en auge, en las que además se exige la salida del Primer Ministro. No se descarta que, la oposición política aproveche este escenario para “promover” de manera soterrada, la dimisión de dicho funcionario.
El panorama lúgubre podría empeorar, dependiendo del comportamiento de los fenómenos naturales, que tienden a impactar trágica y lastimosamente al pueblo haitiano.
La inversión extranjera en Haití
Los datos económicos son escasos, por las debilidades institucionales. No obstante, la inversión extranjera es susceptible y para dinamizarla hay que garantizar seguridad jurídica y Estado de derecho, aspectos prácticamente utópicos en un país como Haití.
Para poner en perspectiva lo anterior, se cita una entrevista publicada por el portal digital colombiano LR República, el 17 de julio de 2021, con el titular “En Haití, la inseguridad es la principal amenaza para que las empresas sobrevivan”, en la que el presidente de la Cámara Americana de Comercio en Haití (Amcham), Jean-Philippe Boisson, indicó lo siguiente: “Esta es una economía pequeña, y representamos una pequeña porción porque estamos en el sector privado formal, y aproximadamente 70 % de las actividades económicas son informales. Los indicadores generales no son buenos, y la situación está siendo exacerbada por los eventos recientes alrededor del asesinato del Presidente”.
Asimismo, el empresario señaló que “El sector informal es muy grande, entonces es difícil tener una cifra precisa sobre las compañías estadounidenses operando aquí, aunque no son muchas. Sobre si están saliendo o no, no tengo conocimiento de ningún caso específico, pero, sin duda, las condiciones hacen más difíciles que las compañías sigan operando acá”.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) proyectó en 2021, que el Producto Interno Bruto (PIB) de Haití tendría un crecimiento negativo del 1,3 % en medio de una recuperación económica mundial, en particular en los Estados Unidos, y la incertidumbre sobre los efectos económicos y sociales del Covid-19 a nivel mundial y nacional.
En junio de este 2022, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las autoridades haitianas concluyeron un programa de vigilancia económica de un año con Haití, que no implica ayuda financiera, pero a futuro podría allanar el camino para un acuerdo de apoyo en ese sentido.
Mientras que, el empresariado haitiano organizado en el Reagrupamiento de la Patronal Haitiana, difundió un comunicado el pasado mes de agosto, firmado por 20 figuras empresariales relevantes del país, mediante el cual analizaron la crisis e hicieron dos propuestas a la clase política: la lucha contra el terror de las bandas armadas, así como el restablecimiento de la seguridad de vidas y bienes; y el retorno al orden constitucional tras el establecimiento de estructuras que garanticen un proceso electoral creíble y aceptable para todos los partidos, con igualdad de condiciones, para que todos los candidatos a cargos electivos en todos los niveles tengan iguales oportunidades.
Resulta previsible que la situación no aliente la inversión extranjera y que por el contrario, dinamice la reducción de la misma.
El fenómeno de las bandas armadas
Están organizadas y cuentan con un amplio radio de acción, que prácticamente se circunscribe a gran parte de la geografía nacional. No se avista, por el momento, que se estén dando los pasos para su neutralización. Para ello se debe contar con el respaldo de la comunidad internacional o por lo menos, de parte de las potencias que siempre le tienden la mano a Haití.
Estas bandas perciben a la República Dominicana como un territorio próspero al que sería conveniente llegar, para escabullirse cuando así lo requieran y para ampliar el alcance de sus operaciones. Tal posibilidad, de concretarse, cambiaría drásticamente el comportamiento de la delincuencia, la criminalidad y la violencia en nuestro país, por el grado de letalidad característico de estas organizaciones criminales.
Su interés de incursionar en suelo dominicano se puede comprobar con la intercepción y posterior apresamiento de 8 integrantes de la banda haitiana “Kokorat San Ras”, en la comuna Juana Méndez, el pasado 13 de septiembre.
Desde la perspectiva dominicana
Haití no representa una amenaza para la República Dominicana desde el punto de vista bélico, pero si mucho riesgo por sus problemas de inestabilidad política, económica, social y de seguridad, que al final repercuten perniciosamente sobre nuestro país, a raíz del éxodo fluido y constante de los nacionales haitianos en busca de salud y mejores condiciones de vida.
La presión migratoria se mantendrá desde Haití y por razones lógicas, la República Dominicana siempre será el destino principal de ese éxodo, pues la frontera que separa un país de otro es demasiado extensa y porosa.
De hecho, la migración haitiana se ha planteado como una política de Estado y como muestra citamos un trabajo publicado por el Listín Diario, el 1 de junio de 2014, con el siguiente titular: “Le Nouvelliste plantea una migración masiva”, reseñando que “El más influyente de los periódicos haitianos, Le Nouvelliste, propuso la necesidad de organizar, racionalizar, fomentar la salida de su país de entre 50 a 200 mil haitianos cada año en los próximos años”, porque “La emigración masiva es necesaria para mantener el estilo de vida de la economía, que sobrevive solo por las transferencias económicas”. Puntualizando que “ En Haití el futuro está bloqueado”.
El encarecimiento y la carestía de los combustibles y los alimentos incrementaría el contrabando de diversas mercancías por la frontera dominico-haitiana. Esto repercutiría negativamente en las recaudaciones de las aduanas de un lado y otro de la isla.
La inseguridad imperante en Haití propiciaría en lo adelante, que los industriales y comerciantes dominicanos que envían mercancías al vecino país garanticen la entrega de estas en la zona limítrofe, evitando con ello exponer a los choferes, los bienes transables y las unidades vehiculares, que han sido objeto de saqueos, robos y secuestros al incursionar en territorio haitiano, en reiteradas ocasiones.
El Gobierno dominicano requiere mantener el discurso que viene asumiendo ante la comunidad internacional, proyectando el dramático panorama haitiano y como está impactando negativamente a la República Dominicana. La solución a lo que muchos defienen como “el problema haitiano”, debe estar en Haití.
Con su insistente discurso, el Gobierno dominicano ha logrado que organismos multilaterales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se refieran al complejo escenario haitiano. Desde hace meses, el interés de la comunidad internacional se ha centrado en otras situaciones coyunturales no menos importantes, pero si más estratégicas, como la guerra entre Rusia y Ucrania, así como las tensiones políticas entre Estados Unidos y China, por el propósito que tiene el gigante asiático de recuperar la isla de Taiwán, la cual asume como una provincia rebelde.
En síntesis, el discurso reciente del secretario general de la ONU, António Guterres, fue el siguiente: «La propuesta que he puesto sobre la mesa es que realmente necesitamos un programa de apoyo internacional para el entrenamiento y equipamiento de la policía, pero que en esa perspectiva necesitaremos tener una fuerza robusta, capaz de acabar con la acción de las pandillas».
Previamente, la Secretaría de la Organización de Estados Americanos (OEA) difundió un comunicado de prensa sobre Haití, fechado el 8 de agosto de este 2022, en el que calificó como un fracaso la presencia de la comunidad internacional en territorio haitiano en los últimos 20 años, además de responzabilizarla junto a las “fuerzas endógenas” del vecino país, por el descalabro de la institucionalidad. Con tal iniciativa, el citado mecanismo regional asume un mea culpa.
De su lado, la Comunidad del Caribe (CARICOM), siempre presta a escuchar, respaldar y difundir las denuncias de “deportaciones indiscriminadas de haitianos desde la República Dominicana”, ha tenido un discurso tímido sobre la crisis que envalga al vecino país.
Como se aprecia, Haití cursa por un panorama de indefinición a todos los niveles y esto se traduce en más incertidumbre, inestabilidad política e institucional, pobreza extrema y violencia, siendo un riesgo para nuestra seguridad nacional.
En lo atinente a la seguridad fronteriza, la experiencia repetida en un sinnúmero de veces de la militarización de esa área no ha dado resultados efectivos y permanentes, pues por la complejidad del terreno, la corrupción, la impunidad y la debilidad institucional que siempre han existido, lo más conveniente y certero será la construcción de un muro, valla u obstáculo físico con las características específicas para reducir a su mínima expresión las actividades ilícitas, entre ellas, la migración irregular haitiana hacia nuestro país. Es oportuno señalar que, esta obra anunciada por el Ejecutivo dominicano varias veces en el pasado reciente, se convierte en una promesa presidencial de alto relieve, para lo que es su credibilidad presente y futura.