Los brotes de violencia que se relacionan a las elecciones presidenciales de Brasil son una señal preocupante que ensombrece el ambiente electoral en dicha nación, siendo esto una situación complicada para el liderazgo político de todas las tendencias, sobre quienes descansa un protagonismo de primer orden que amerita asumirse con sabiduría, tacto y responsabilidad, pues de ello dependerá que el proceso electoral se desarrolle sin mayores contratiempos, evitando grandes consecuencias para la estabilidad y la paz social.
Este ambiente electoral está siendo sometido a altas dosis de intranquilidad e incertidumbre, que se suman a los niveles de estrés acumulados en la población brasileña como consecuencia de la pandemia del Covid-19, la inflación y el peligro de una recesión económica. El impacto de la crisis económica sobre los votantes ha permitido que los mismos se muestren más vulnerables ante el extremismo, el radicalismo y las diferencias políticas que han aflorado en el marco de la actual campaña electoral, proyectando un panorama tendente hacia la volatilidad.
Muchos analistas políticos advierten del peligro que representa para la democracia, la fuerte división social imperante en Brasil, donde unos 156 millones de ciudadanos están habilitados para ejercer el sufragio en la primera vuelta electoral del próximo domingo 2 de octubre, quienes están viviendo una polarización inaudita y hasta irracional, atizada por el enfrentamiento que mantienen los candidatos presidenciales del ultraderechista Partido Liberal (PL), Jair Bolsonaro y del socialista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva.
Estos dos candidatos desarrollan sus estrategias de campaña tratando de aprovechar sus fortalezas y acentuar las debilidades del contrincante. En tal sentido, Lula da Silva, quien está puntero en las encuestas, ha realizado una serie de movidas orientadas a fortalecer su flanco electoral más débil y con ello ganar puntos porcentuales en los sectores conservadores de centroderecha; producto de ello escogió como compañero de fórmula a Geraldo Alckmin, dirigente político de centroderecha, tres veces Gobernador de São Paulo y rival de Lula en los comicios del 2006, al que se le señala que estaría a cargo de la política económica del eventual Gobierno del aspirante opositor. En resumen, busca generar confianza en sectores conservadores de derecha que lo adversaban en el pasado y que ahora necesita atraer para el triunfo electoral.
El discurso de fuerte contenido social sigue siendo el principal soporte de Lula da Silva, fundamentado en los logros alcanzados en la materia por sus gobiernos, los cuales son recordados por desarrollar amplios programas sociales que permitieron aprovechar la época de la bonanza económica brasileña para sacar de la pobreza a un segmento importante de la población.
En medio de la actual crisis económica que afecta a Brasil y el mundo, las franjas electorales más radicalizadas con el voto de castigo, son aquellos segmentos sociales más afectados económicamente, que tienden a ser el bastión principal de soporte para Lula, quien por igual ha abordado desde una perspectiva de victimización sus problemas con la justicia y su encarcelamiento por corrupción.
En cuanto al mandatario Jair Bolsonaro, ha basado gran parte de su campaña abordando el tema de la corrupción, tratando de hacer recordar en la actual coyuntura electoral, los escándalos de los gobiernos de Lula y su partido. Sin embargo, los desaciertos de la Administración de Bolsonaro en cuanto a la errática política económica en medio de la actual crisis, sumándole los temas relativos a la política de salud (su manejo de la pandemia del Covid-19), y, en materia medioambiental y de protección a los recursos naturales (la gestión inadecuada de los incendios forestales, el auge de la minería ilegal y la tala de árboles maderables, que están produciendo una dramática deforestación en La Amazonía). Todos estos factores se han tornado difíciles de manejar para los estrategas de su campaña electoral.
Por otro lado, importantes actores de los sectores económicos, de la sociedad civil y de los religiosos, empiezan a mostrar gran preocupación por el sectarismo y la violencia verbal con la que se viene conduciendo Bolsonaro, pues el mandatario y candidato oficialista ha dicho abiertamente que solo puede perder si hay un fraude electoral masivo, una postura que tiende a sembrar incertidumbre y desconfianza en el órgano electoral brasileño y el sistema electoral vigente, lo que puede crear las bases de una grave crisis política y electoral que muchos temen que pueda alcanzar importantes niveles de desestabilización, por lo menos de manera temporal.
El temor que está creando Bolsonaro en esta etapa de la campaña electoral, genera nerviosismo en gran parte del liderazgo nacional brasileño, que ve la situación bastante volátil y riesgosa para el momento económico y social por el que atraviesan la sociedad y la población.
En relación a los últimos estudios de opinión pública, una nueva encuesta sitúa el apoyo a Lula en un 44 % en la primera vuelta electoral del 2 de otubre, frente al 34 % de Bolsonaro. Esta diferencia se puede ampliar en la medida en que los segmentos de indecisos y otros que apoyan a los demás candidatos, prefieran sumar su adhesión al candidato Lula, como forma de decidir el panorama electoral en una primera vuelta y evitar en consecuencia, la incertidumbre y el ambiente complicado de un balotaje.
El eventual desconocimiento de los resultados, así como el conato de una consecuente y grave crisis en Brasil, fungirían como elementos catalizadores para que importantes segmentos del liderazgo nacional de dicho país influyan para crear un apoyo fundamental al órgano electoral y al sistema de votaciones, a la vez que presionen a candidatos presidenciales y sus bloques partidarios, a los fines de que se comprometan a respetar los resultados que arrojen las elecciones presidenciales, aunque como fluye el ambiente, todo parece indicar que el fantasma de la confrontación estará presente durante todo el trayecto del proceso comicial y el cauce que este pueda tomar.
Como nos tiene acostumbrados profundo análisis de la política internacional y un temprano espejo para aprender y enmendar a tiempo