El año en curso ha presentado grandes desafíos para Francia, donde la gobernabilidad ha estado a prueba a raíz de variadas situaciones coyunturales, como las protestas encabezadas por sindicatos de trabajadores contra la reforma a las pensiones y los disturbios derivados del asesinato del adolescente Nahel M. de manos de un policía, entre otros eventos acontecidos a lo interno del país, y en el ámbito internacional, entre ellos, la pérdida de influencia en la zona del Sahel, luego del golpe de Estado de quien fuera un aliado, el depuesto presidente de Níger, Mohamed Bazoum.
Tales eventos marcaron el primer aniversario de la reelección de Emmanuel Macron, quien explora nuevas vías para lograr consensos que le permitan una mejor capacidad de maniobra durante su última gestión de Gobierno, teniendo una limitada representación parlamentaria y con el afianzamiento de las posiciones radicales de la extrema derecha liderada por Marine Le Pen y la izquierda encabezada por Jean-Luc Mélenchon.
Desde esta óptica es oportuno observar la iniciativa de Macron de convocar a las formaciones políticas con representación parlamentaria, para “Juntos construir textos legislativos y abrir la vía, si es necesario, a referendos”. El encuentro está previsto para hoy, miércoles 30 de agosto, en un lugar que no ha trascendido, aunque todo parece indicar que será fuera de los linderos del Parlamento, para saltarse el protocolo y que esto se traduzca en un ambiente distendido que beneficie al propósito del dignatario.
Debido a que no tiene mayoría absoluta en el Parlamento, la vía más factible y que menor riesgo representa para Macron y su Administración es abocarse al diálogo y la concertación que le permitan encaminar las reformas económica, educativa y migratoria, pues aunque puede esquivar el voto parlamentario con el Artículo 49.3 de la Constitución, imponiéndose por decreto, tal y como lo hizo con la reforma a las pensiones en marzo de este año, una medida de este tipo daría origen a una nueva crisis de amplias dimensiones.
Indiscutiblemente, las reformas previamente citadas son controversiales y pueden dividir aún más a un país fraccionado política y socialmente, evidenciado en la correlación de fuerzas dentro del Parlamento y los estallidos sociales que se vienen registrando.
La polémica en torno a estos temas, está en sus comienzos. La decisión del ministro de Educación, Gabriel Attal, de prohibir el uso de la túnica femenina islámica en los centros estudiantiles a partir del 4 de septiembre, fecha en que reinicia la docencia, podría generar nuevas protestas desestabilizadoras, por las posiciones a favor y en contra de esta medida en un país con muchos migrantes musulmanes y donde toma fuerza el rechazo a la presencia de esos extranjeros y sus descendientes, por los problemas de adaptación, estigmatización y el auge del fundamentalismo religioso.
Mientras que, la percepción que se tiene sobre la reforma migratoria es de que Macron facilitará la contratación de extranjeros indocumentados para suplir la mano de obra en los sectores donde sea necesario, a lo que se oponen formaciones políticas de derecha e izquierda.
En cuanto a la reforma económica, el reto de Macron será reimpulsar la competitividad, teniendo a favor la estabilidad del desempleo. De su lado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) indicó que “El crecimiento económico se ralentizó al 2,5 % en 2022 y debiera caer al 0,7 % en 2023, antes de repuntar al 1,6 % en 2024”. Cabe mencionar la complejidad que supone la marcada dependencia energética que Francia tiene de Rusia (gas), que mantiene su ofensiva contra Ucrania; y Níger (uranio), donde gobierna una junta golpista contraria a los intereses franceses.
Como se aprecia, las iniciativas de Macron se perfilan extemporáneas, porque debió esperar un contexto internacional más favorable, y a lo interno, recuperar su popularidad y solidificar las bases de sustentación social de su gestión, para que las mismas sirvan de fuerza de choque ante el complejo escenario político y social que se vislumbra.
