Estados Unidos acaba de concluir una intensa campaña electoral, en la que los partidos Demócrata y Republicano lanzaron a las calles sus principales liderazgos para alcanzar la cantidad necesaria de votos que les permitiera tener el control de los estamentos políticos más importantes del país.
Los resultados parciales del escrutinio han coincidido con los vaticinios de las empresas demoscópicas, pues el Partido Republicano tiene mayoría en la Cámara de Representantes, quedando pendiente por definir la correlación de fuerzas a lo interno del Senado, aunque todo apunta a que el Partido Demócrata controlaría ese estamento, si preserva su ventaja en Arizona y Georgia; en diciembre se celebraría la segunda vuelta en esta última demarcación.
En el caso de las 36 gobernaciones, los republicanos confirmaron su victoria en 16 estados y los demócratas en 15, en lo que puede calificarse como una distribución equilibrada del poder político, la cual puede romperse dependiendo de los resultados en los 5 estados pendientes. Mientras tanto, el oficialismo está puntero en Oregón, Arizona y Kansas; y el partido Republicano se perfila aventajado en Alaska y Nevada.
El fin de este proceso electoral marca el inicio de la campaña presidencial de 2024, por extemporáneo que parezca al observarse distante la fecha. A partir de ahora se abre un nuevo escenario para Joe Biden y Donald Trump.
En el caso del dignatario, todo apunta a que tendrá que asumir la segunda parte de su mandato y a la vez la más trascendental, con un Congreso que no le será favorable en su totalidad, lo cual podría alterar el curso su agenda legislativa, además de que es seguro que los republicanos se radicalicen para defender el conservadurismo que tanto promueven y que ha formado parte elemental de su discurso.
Crea temor en los partidarios y simpatizantes de Biden, la posibilidad de que tenga que enfrentar un juicio político, por los cuestionamientos a la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, una decisión que él ha defendido; al manejo de la crisis migratoria en la zona sur, que tiene sus picos de presión interna y en el plano mediático, sobresaliendo en última instancia las supuestas revelaciones de un funcionario del Departamento de Seguridad Nacional, que cifró en unos 830 los migrantes irregulares que perdieron la vida en el aňo fiscal 2022; y los problemas de imagen que le han acarreado los señalamientos a su hijo Hunter, por sus vínculos comerciales con una empresa ucraniana, entre otras actuaciones personales.
Parece improbable que Biden aspire a reelegirse, por asuntos de edad, salud y el declive de su popularidad, tal y como ha sido refrendado por varias encuestas de prestigio. Los resultados finales de los comicios de medio tiempo son una especie de medición al Gobierno y al Partido Demócrata, que está compelido a escarbar dentro de su liderazgo emergente para escoger una figura lo suficientemente fuerte y políticamente potable, capaz de disputarle la nominación presidencial al contrincante que surja en el Partido Repúblicano, que está adquiriendo fuerza en los estados claves.
En el caso de Donald Trump, genera expectativa “un anunció muy importante” que dará el próximo martes 15 de noviembre, desde su residencia de Mar-a-Lago, localizada en Palm Beach, Florida, la cual fue allanada por el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en Inglés), tras su salida del poder. Las especulaciones sugieren que el exmandatario abordará su interés de postularse por la nominación presidencial, aprovechando el entusiasmo y el fervor propio de la etapa postelectoral y los resultados favorables que exhibe su partido.
La residencia de Mar-a-Lago no solo representa un lugar de descanso para Trump, sino un símbolo de la persecución de la que ha sido objeto, por lo que anunciar sus aspiraciones desde ese enclave dejaría entrever la radicalización de su discurso y el resentimiento que tendría ante las situaciones en las que se vio involucrado en el pasado reciente.
Desde ya se proyecta que la campaña interna por la candidatura presidencial será bastante aguerrida y que la polarización política tan arraigada en el seno de la sociedad estadounidense podría trascender al escenario social, con episodios de violencia electoral.
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